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jueves, 17 de marzo de 2016

EL JOVEN JULIO CÉSAR, SUS PRIMEROS PASOS...



Nuestro personaje de la semana nació en Roma el 12 o 13 de julio del año 100 a. C. en el seno de la familia Julia, adinerada, patricia, y que según la leyenda, se remontaba hasta Iulo, quien era hijo del príncipe de Troya Eneas ¡e incluso nieto de la diosa Venus!. El propio César recordó y remarcó esta relación entre Iulo y su familia durante el discurso del funeral de su tía Julia, (esposa de Gayo Mario) y ordenaría la construcción en Roma de un templo dedicado a su supuesta antepasada, Venus Genetrix… 

César creció en uno de los barrios más pobres de la ciudad, la famosa y tan citada Subura. Era el único hijo varón y tenía dos hermanas.  Su padre, llamado al igual que él Cayo Julio César, fue un político raso… es decir, poco influyente que como mucho, llegó a ser Pretor, ya que murió en campaña. Su madre, Aurelia, era una noble plebeya perteneciente a una gran familia integrante de la nobleza plebeya pero de rango senatorial, esto es, con gran riqueza e influencia en las “alturas”. 

En su educación, como a todos los jóvenes nobles y patricios de la época, se le inculcaron los valores típicos: Respeto de las leyes, temor a los dioses, las reglas de la decencia, la modestia.... Cuando tenía diez años estalló la Guerra Social y su tío Sexto fue elegido cónsul, dando así un poco de fama a la familia. Entonces le asignaron un tutor galo, formado en la escuela de retóricos alejandrinos y considerado uno de los hombres más inteligentes y versados en literatura griega y romana, Marco Antonio Grifón, con el que aprendió a leer y a pensar con las obras de Homero, la Ilíada y la Odisea. 

En aquella época empezó a padecer crisis epilépticas que se producían en cualquier momento y le hacían perder el conocimiento. Suetonio y Plutarco citan algunas de ellas, ¡incluso en plena batalla de Tapso (hoy en tierras de Túnez)!

Tras la Guerra Social, a partir del 88 a.C. aumentaron los enfrentamientos entre optimates y populares con las disputas entre Mario y Sila por el mando del ejército que marcharía a la guerra contra el rey del reino Ponto, Mitrídates VI, un reino que desde la costa sur del mar Negro, se estaba expandiendo peligrosamente… Sila marcharía sobre Roma y luego Mario y Cinna daban un golpe de Estado, iniciándose un período de tres años 87-84 a.C. “Cinnanum tempus” (como el nombre de nuestra asociación) en el que Cinna, en calidad de cónsul, dirigió Roma.

Pero volvamos a César. El chaval, con 16 años, fue nombrado por Cinna "flamen dialis", que te sonará ya del día que te contamos sobre los Idhus, es decir, que le nombraba sacerdote de Júpiter… pues bien, le caía tan majo el chaval, que lo hizo romper su compromiso con Cosutia, una joven perteneciente a una rica familia de rango ecuestre y lo casó con su propia hija Cornelia Cina (el busto de aquí al lado). Ese mismo año 84 a.C. Cinna era asesinado y Mario el joven y Carbón eran derrotados a manos del conservador Sila, que por fin conseguía entrar en Roma. La situación de nuestro joven era muy peligrosa porque estaba unido a través de varios lazos familiares al bando perdedor… no sólo era sobrino de Mario, sino que además estaba casado con la hija de Cinna... ¿Qué hacer entonces? Dejarse querer… Sila, que también estaba atrayendo a otros seguidores de su enemigo, trató de tentarlo probando su lealtad y le ordenó divorciarse de su esposa, pero César estaba tan enamorado, que se negó. Sila, sorprendido y enfadadísimo ordenó a una banda de sicarios que lo capturaran y asesinaran, anuló su nombramiento como flamen dialis y confiscó toda su fortuna. A César no le quedó mayor alternativa que huir de Roma cambiando de lugar donde vivir, donde alojarse, viajando de aquí para allá… y como no estaba acostumbrado a tanto trajín, enfermó. Preocupados por él, su madre, sus tíos Marco, Gayo y Lucio, incluso las vírgenes vestales, lograron convencer al dictador Sila, que accedió a regañadientes a perdonarle la vida. 

Aún así y sospechando que Sila podía revocar esa decisión en cualquier momento, decidió alejarse de Roma y viajar a Oriente para participar en la guerra del Ponto contra Mitrídates VI. Una vez allí, se le ordenó ir a Bitinia (suroeste del Mar Negro) para solicitar a Nicomedes IV la cesión de una pequeña flota a fin de asaltar la ciudad rebelde de Mitilene, en la isla de Lesbos. Al parecer, Nicomedes IV quedó tan deslumbrado con la belleza de César, que lo invitó a descansar en su habitación y a participar en un festín donde sirvió de copero real durante el banquete... La prensa rosa de la época actuó muy veloz y pronto le apodaron “la reina de Bitinia”, causando un gran daño a su reputación. El resto de la campaña le valió una mejor reputación, y al final le otorgaron la corona cívica, que era la condecoración al valor más alta que se otorgaba en la República Romana. 

Una vez hubo muerto Sila en el 78 a. C., César regresó tranquilamente a Roma e inició una carrera como abogado en el Foro romano, dándose a conocer por su cuidada oratoria. A pesar del éxito que estaba alcanzando, “saber es poder”, y César decidió viajar a Rodas para ampliar su formación estudiando filosofía y retórica con el mejor gramático de la época: Apolonio Molón. Pero la aventura no era tan sencilla, y durante el viaje, su barco fue asaltado por piratas cerca de la isla Farmacusa, lo que sirvió a Salieri para componer una Ópera (Cesare in Farmacusa en el año 1800). César fue tratando él mismo su rescate y una vez recuperada su libertad, organizó una fuerza naval que partió del puerto de Mileto, capturó a los piratas en su refugio y los llevó a la prisión en Pérgamo. Una vez capturados y siguiendo unas leyes que conocía muy bien, fue en busca de Junio, gobernante de Asia, porque él era quien debería castigar a los apresados. Junio se interesó más en el botín y dejó a los bandidos a juicio de César, quien, tal como les había prometido, los mandó crucificar, aunque en un gesto de "compasión" ordenó que primero los degollaran… (majo él, ¿eh?)

Así se las gastaba nuestro César… Pero no todo era felicidad… en el año 69 a.C., fallecieron su tía Julia, a quien estaba muy unido, y su mujer Cornelia, mientras daba a luz a un niño. En contra de las costumbres, César insistió en organizar sendos funerales públicos que sirvieron para desafiar las leyes de Sila, ya que se exhibieron imágenes de varios familiares proscritos, algo prohibido que César no dudó en quebrar… Este desafío fue muy apreciado por los plebeyos y los que formaban la facción de los populares, y, en la misma medida, repudiado por los optimates… César era amado y temido, y su nombre ya corría por todas las calles de Roma…

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